Hoy en día, en el mundo de los adolescentes es fácil que el valor estético del cuerpo, la belleza corporal, quieran colocarlo como un valor con mayor rango del que debe tener.
Las opiniones en las redes sociales, la influencia de la publicidad y la tiranía de la moda se convierten en una avalancha de inseguridades y temores de la que es casi imposible escapar. Pero cuando eso sigue pasando a lo largo de la juventud o más allá, suele ser porque los padres han descuidado el descubrimiento, la educación y la adquisición de otros valores que, si se adquieren, colocan la preocupación por la imagen personal, el interés por la belleza corporal, en su justa medida.
En familia hay que hablar de todo tipo de valores, pero sin olvidar que la adquisición de virtudes es el mejor medio de crecimiento y desarrollo personal. Debemos conseguir que, además de crecer en virtudes, vayan estableciendo ellos mismos una jerarquía, prioridad, un orden, de lo que más valoran en sus vidas y de lo que a ellos les importa más.
Es momento para que los padres acepten que sus hijos se hacen hombres y, sus hijas, mujeres. La belleza, la seducción, la apariencia, la sensualidad y la sexualidad toman ahora una importancia extrema. Y una manera de manifestar esa intimidad a los demás es mediante la vestimenta, lo cual puede ser preocupante e inquietante para ellos.
No tener en cuenta el importante valor de su imagen puede llevar a que ésta, con la presión que ejerce el mundo de la moda, la televisión, las revistas y el cine, se coloque como uno de los valores más dominantes en sus vidas, por encima de otros valores que son mucho más importantes.
Y esta situación llevada al extremo puede dar lugar a que aparezcan enfermedades o trastornos de comportamiento como la anorexia, la bulimia, la vigorexia, autolesiones.
Por eso, también es importante estar alerta a algunas señales que puedan ser sintomatologías de estas dolencias como lo son las restricciones alimenticias sin motivo, uso de laxantes o diuréticos, baja autoestima, cambio en carácter habitual y excesiva autoexigencia entre otros.
En consecuencia, para evitar dejar un vacío en esta jerarquía de valorización, debemos volver a los hábitos básicos. Como son la buena rutina de sueño, la continua y completa higiene, la promoción de las actividades físicas y el juego así como una alimentación balanceada, moderada y ordenada.
Por otra parte, debido a su creciente libertad en su toma de decisiones, los padres debemos servir como un acompañamiento, fuente de consejos y apoyo para nuestros hijos adolescentes.
Algunas de estas acciones que podemos tomar como padres son:
- Convertir las comidas diarias en actos familiares
- Ayudarles a reflexionar acerca de sus nocivos comportamientos como también en descubrir sus capacidades y aceptar sus limitaciones.
- Ayudarlos a controlar correctamente sus emociones.
- Impulsarlos a tomar decisiones.
- Buscar ayuda interpersonal con amigos, familiares o expertos antes que recurrir a internet.
Para que crezcan corporal, afectivamente e intelectualmente es fundamental el apoyo de los padres a través de una comunicación fluida con ellos. Un elemento que no se improvisa, y menos en la adolescencia, sino que es algo que hay que ir trabajando desde que son pequeños. Si hasta ahora no se ha conseguido, es la última oportunidad que tenemos para conseguirlo.