Tres señales para identificar que tu hijo está entrando en la pubertad

Son varios factores de tipo genético, ambiental, familiar y demás que provocan que esta etapa empiece unos meses antes o después, pero, por la importancia y repercusión posterior que tiene, es absolutamente necesario que los padres estemos sensibilizados respecto de ella.

Los hijos en su etapa de las primeras decisiones suelen ser muy dóciles. Se encuentran en un periodo tranquilo y digno de resaltar por lo encantador que resulta, sobre todo para la familia y educadores. Abarca desde los 8 y puede extenderse incluso hasta los 11 o 12 años en los niños, y en las niñas se acaba un poco antes.

Sin embargo, estos periodos de felicidad, equilibrio y estabilidad emocional no son infinitos, y hacia los 10 años y medio en las chicas, y aproximadamente a los 11 y medio en los chicos, empiezan a experimentar en su interior una serie de sensaciones y concretas transformaciones en sus cuerpos que les introducen en esta nueva etapa de la preadolescencia y que les va a durar unos dos años.

En ese momento, posiblemente se romperá entonces ese equilibrio y esa armonía que habían tenido hasta ahora, ya que su estado emocional se torna voluble, cambiante y, en muchas ocasiones, incontrolable. Así, se encontrarán en esa fase que la biología y la psicología llaman la pubertad.

La pubertad es la fase biológica y fisiológica del crecimiento humano durante la cual los órganos reproductores del hombre y la mujer se hacen funcionalmente activos. Para que eso se alcance, son necesarios una serie de cambios psicosomáticos y unos desencadenamientos hormonales que desembocan en la madurez sexual.

 ¿Cómo identificar que nuestro hijo esté entrando en esta fase?

1. El descubrimiento del propio cuerpo como vehículo del ser personal y sus grandes transformaciones corporales que notan en sí mismos.

Por ejemplo, el crecimiento de los órganos genitales, la aparición del vello, los cambios de voz, etc., vienen a ser realidades sentidas como consecuencia de su masculinidad y de su feminidad y, por tanto, empiezan ahora a tomar conciencia de ellas.

2. La voraz hambre que se despierta en ellos.

Además de hacerles crecer de semana en semana, puede provocar que, a partir de este momento, se produzcan visitas continuas a la nevera, más que por necesidad real, por capricho o para saciar su ansia.

En este punto es conveniente señalar que, los padres deben eviten ponerse tajantes por esos comportamientos. Con habilidad, hay que convencerles de tener buenos hábitos alimentarios, principalmente para no caer en las dependencias de las bulimias o, más tarde, en las de las anorexias.

3. La cambiante y contradictoria sensación de frío o de calor que experimentan.

Comportamientos extraños como usar prendas que abrigan en medio de un día soleado y caluroso o vestirse con prendas de manga corta en días helados pueden ser una señal que indique que están atravesando por esta etapa de crecimiento corporal y autoregulación

Similarmente, alternan momentos de gran vitalidad con otros de gran cansancio y agotamiento. Algunas consecuencias apreciables de todo esto son: se emocionan y gritan cuando están con su grupo de amigos, necesitan momentos para encerrarse a solas en algún sitio o la ropa se les queda pequeña de un mes para otro.

Es crucial que nos demos cuenta cuándo comienzan a aparecer estos cambios, y así poder acompañarlos con delicadeza y eficacia en todo lo que van a ir experimentando. La falta de entendimiento de los padres en “pequeñas tonterías” hará que ellos se sientan incómodos y prefieran desobedecer o encerrarse en su soledad.

El ejemplo de los padres y la confianza íntima para hablar de lo que se siente y se piensa son clave en este periodo.

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